Yulei 30 d.GG. (Año
30 después de la Gran Guerra).
Un
grupo de críos jugaba con espadas de madera en el Valle de lo Perdido, aún era
temprano, media mañana, y el anillo que rodeaba el planeta no había aparecido;
solía hacerlo a partir de mediodía, durante unas cuatro horas acompañaba al sol
con su presencia.
El
valle debía su nombre a lo mucho que se había perdido en él durante la Gran
Guerra, muchas vidas, sí, pero no sólo eso, también esperanzas e ilusiones.
Prados
de hierba fresca crecían entre pináculos de rocas y pequeños riachuelos que se
formaban en épocas de lluvia. Altos árboles de espigados troncos se alzaban
hacia el cielo intentándolo alcanzar con sus copas. Aves de distintas especies
buscaban refugio en su alturas para hacer en ellas sus nidos.
El
valle había cambiado tanto. Ahora era un remanso de vida y paz.
Dos
soldados cruzaban a caballo un pequeño túnel bajo un promontorio de rocas;
venían de palacio, seguramente se dirigían hacia otro reino porque siguieron el
camino real.
Los
críos quedaron verdaderamente maravillados al verlos pasar, no apartaron la
vista de ellos hasta que estuvieron bien lejos.
‒¿Sabéis
que mi abuelo participó en la Gran Guerra? –les dijo Yiaretza.
‒No
digas mentiras. ¿Cómo iba a participar si ningún daowin lo hizo? ‒le preguntó
uno de los otros dos críos.
‒Digo
la verdad. Él me lo contó.
‒Tu
abuelo no es más que un viejo herrero de pacotilla.
‒¡Retira
eso que has dicho ahora mismo!
‒¡No
lo haré!
‒¡Tú
lo has querido! ‒la cría se abalanzó con su espada de madera hacía él y le
descargó un fuerte golpe en el hombro. El crío, dolorido, se echó mano a él,
luego con su espada intentó quitársela de encima. El otro crío, sabedor de la
destreza que Yiaretza tenía con la espada, intentó quitársela, y lo logró. La
cría también consiguió alejar la otra del chico con el que luchaba. Los dos
comenzaron entonces un intercambio de golpes y arañazos en la que ella
claramente estaba saliendo victoriosa. Cuando ya consiguió levantarse, e iba a
dejarlo en paz, alguien llegó por detrás y le dio un empujón. Era el hermano
mayor del crío al que acababa de vencer; venía acompañado por otro adolescente.
‒No
te da vergüenza. Vencido por una chica ‒le dijo a su hermano pequeño, que en
estos momentos se moría de rabia. Luego, agarró a Yiaretza por la cara,
estrujándosela violentamente. ‒La cría lagrimeaba de dolor, pero se aguantaba
sin gritar‒. En esos momentos llegó alguien más, alguien que le dio un tremendo
gancho de derecha en la mandíbula al chico que estaba maltratando a su hermana.
Éste calló inmediatamente al suelo, dejándola libre.
Mientras
se levantaba, el compañero del golpeado agarró y sujetó por detrás al hermano
de la cría, y el otro, una vez repuesto, le pegó una y otra vez hasta agotarse.
****
Cuando
regresaron junto a su abuelo y éste los vio con el único ojo que le quedaba
útil, dejó sus herramientas junto al yunque y les preparó un cubo de agua fría
para que se lavaran las heridas.
‒¡Madre mía! ¡Cómo te han dejado
muchacho! Espero que valiese la pena.
‒Eran
dos, abuelo. Me defendió de ellos –le comentó Yiaretza.
‒Entonces
hiciste bien, muchacho. ¿Y porque se metieron contigo niña?
‒Porque
su hermano menor y su amigo no podían conmigo.
‒¡Vaya!
Conociéndote, te creo. ¿Pero cómo comenzó todo?
‒Pues
esos dos chicos y yo estábamos jugando con espadas de madera, luego pasaron dos
soldados a caballo por el camino real y yo les dije que participaste en la Gran
Guerra, entonces me dijeron que yo era una mentirosa y tú un viejo herrero de
pacotilla, y así comenzó todo.
‒Vaya.
Ya comprendo. No debí contarte esas historias. Bueno, regresad a casa y que
vuestra madre te coloque un buen chuletón sobre ese ojo ‒dijo ahora dirigiéndose
a su nieto‒, o te parecerás a mi más de lo que quisieras –le dijo guiñándole el
ojo que le quedaba útil.
‒De
acuerdo –contestó el muchacho de mala gana.
Los
dos se despidieron de su abuelo y éste de ellos y se marcharon.
El
abuelo agarró de nuevo sus herramientas, y dijo para sí:
‒La
guerra no es ningún juego. Entonces su mente recordó su última batalla:
*(Falta la narración de su recuerdo de la Gran Guerra).
Y
volvió a decir:
‒No,
no es ningún juego.
Muy bien!!!!... seguire tu saga 😃
ResponderEliminarEn primer lugar,gracias David por leer y comentar. Este es un relato suelto situado varios años antes del primer libro de la saga. Decir de ella que será lo último que escriba porque es el proyecto que más me gusta y quiero prepararlo a conciencia. Antes escribiré muchos otros libros de otros mundos que no tienen que ver nada con la saga.
EliminarEspero que te guste. Saludos.
Promete. Ya sabes que espero la narración de la guerra, que no es ningún juego.
ResponderEliminarGracias. Viniendo de ti es un halago. Sobre la parte que falta, algún día la escribiré,dentro de mucho. Jeje. Seguro que habrá más relatos de Yhaerun antes de que escriba esa parte.
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